Lo encontraron durante las colosales obras del metro de la Avenida América. Era difícil determinar cuánto tiempo había estado allí cuando los obreros derribaron el muro de contención. Su piel era pálida, y su mirada estaba perdida. Apenas podía comunicarse, pero aún respiraba cuando llegó el SAMUR y la Guardia Civil. (...) Ante su manifiesta incapacidad, las autoridades locales tuvieron que contratar a un prestigioso semiólogo de la Universidad Babeș-Bolyai para comunicarse con él. La presidenta de la región dio una conferencia de prensa de urgencia y todos pudimos verlo en directo por Telemadrid. «(...) En ese momento, vivía en la esquina de Modesto la Fuente. Recuerdo que tenía 22 años, estudiaba en ICADE un programa de E4 y tenía una preciosa novia llamada Sofía Valenciano-Cabrero, a quien conocí en una fiesta en Las Ventas. Estudiaba medicina y era muy divertida. Era una rubia con ojos azul cielo, y sus padres tenían un bufete en provincias. Pasábamos nuestros veranos en Cádiz. Mi sueño era ser escritor, como el aclamado Negredo-Boyé, pero a menudo la vida nos lleva por caminos inesperados, y había sido aceptado para hacer prácticas en una multinacional en Canary Wharf.» El verano de 2023 fui con mis padres a Comillas, a la casa que tenemos en Ruilobuca. No es una casa muy grande, pero mis padres la compraron a buen precio en los años noventa. «Las fiestas del Cristo son muy peligrosas para los de la capital», decía a menudo mi amigo Jacobo, y ese año marcaron mi vida para siempre. La vi por primera vez en la discoteca Pamara. Aquella noche había tenido una discusión con Sofía por Instagram, pero entre canciones de Pereza, me acerqué para presentarme. Yo estaba bastante confiado gracias al alcohol, así que inicié la conversación. Era una joven de origen rumano que trabajaba como programadora en una startup de forma remota, y era preciosa, nada que ver con las chicas de mi universidad. Mis amigos se marcharon de la discoteca, pero yo me quedé con ella. Entre besos, subí al Dacia Sandero para llevarla a su casa. No puedo recordar mucho más: «un sábado noche me mordió en mi coche y ahora estoy perdido porque me he convertido en su amante clandestino, en su amante vampiro». Nunca volví a ICADE ni a casa de mis padres, tampoco fui consultor. Ahora cazo por las noches a jóvenes mexicanas y venezolanas que vienen a conocer Madrid en la discoteca Fortuny. Ya no me llenan los sándwiches de Rodilla. Ayer me comí al perro de Sofía para no lastimarla. Por las noches a veces duermo debajo de un puente de la M-30, y otras vago por las oficinas de KPMG, prisionero de una maldición milenaria. Hay amores de verano que nunca puedes olvidar, heridas que duran toda la vida, y esta es mi historia: soy un vampiro de Chamberí.
Imagen creada en Bing. La canción es de Papá Topo.